Política

MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA LUCHA CONTRA DISCRIMINACIÓN RACIAL: COLCOMBC

POSICIONAMIENTO DEL COLCOMBC EN TORNO A CALIDAD DE LOS CONTENIDOS EN MEDIOS Y LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE COMUNICADORES

A LA OPINIÓN PÚBLICA

PRESENTE.

Tijuana, B. C. a 25 de junio de 2020.

La controversia surgida hace unos días a nivel nacional en torno a las actitudes racistas o clasistas de algunos comunicadores, comediantes o creadores de contenido audiovisual compartido en redes sociales por internet, ha logrado avivar en México el debate acerca del papel que juegan o deberían jugar no sólo los comunicadores, sino los medios de comunicación en general en la lucha contra de la discriminación causada por actitudes como el racismo, el clasismo, el machismo y la misoginia.Condena Colcombc asesinato de joven comunicólogo | CiudadTijuana

En este sentido, los miembros del Colegio de Comunicólogos de Baja California juzgamos pertinente expresar las siguientes consideraciones, con el propósito de contribuir a enriquecer el debate y plasmar la visión de las y los profesionales de la comunicación que integran este órgano colegiado, dado que consideramos justo y necesario que se tome en cuenta la opinión de quienes tenemos una formación académica en el área de la comunicación y de quienes buscamos engrandecer todos los días el prestigio de nuestra profesión.

Antes que nada, debemos reiterar que a pesar de que biológicamente no existen las razas humanas, sí existe el racismo, a través del cual las personas ubicadas en lo alto de las estructuras de poder económico, político y social pretenden diferenciarse -desde esa posición de privilegio- de otras personas vulneradas.

No se trata, sin embargo, de diferencias biológicas, sino de otras inventadas culturalmente, dado que se forjan narrativas, estereotipos y prejuicios que se expresan sistemáticamente en actitudes discriminatorias en contra de las comunidades más marginadas. A estos grupos se les ha invisibilizado y despojado de derechos que la ley consagra a todos los mexicanos. Además, por décadas han sido objeto de burla en la comedia mexicana y están muy lejos de ser representados dignamente en las narrativas construidas en la programación de los medios de comunicación electrónicos.

Diversos estudios prueban que en México lamentablemente el color de piel está directamente relacionado con el acceso a oportunidades de empleo y, en el caso de los medios de comunicación, a espacios importantes dentro de la televisión o el cine, siendo un eufemismo el argumento más repetido por reclutadores, productores y directores de casting: “Perdón, pero usted no cumple con el perfil que busca la empresa”.

Otra actitud lamentable y muy común en los medios de comunicación es el trato diferenciado hacia las mujeres profesionales de la comunicación. En particular, podemos mencionar el caso de quienes se desempeñan como reporteras en algunos canales de televisión de corte deportivo, en donde les son exigidos cierto tipo de atuendos, en una lógica que intenta “venderlas” por su atractivo físico en la pantalla y que les reconoce poco o nada su capacidad profesional. Sin duda se trata de realidades que debemos cambiar.

Por lo anterior, el Colcombc se opone categóricamente a que se mantenga la normalización de este tipo de prácticas racistas, clasistas, machistas o misóginas y, en cambio, destaca la urgencia de articular estrategias para hacerles frente y erradicarlas, a través del trabajo transversal de todas las instituciones emanadas de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, pero también desde los medios de comunicación, el sector empresarial, las instituciones educativas, las organizaciones civiles y la sociedad en general.

Aquí sugerimos algunos aportes que consideramos esenciales para entender de mejor manera los retos que enfrentamos como país en materia de libertad de expresión, así como la importancia de mejorar la calidad de los contenidos en medios de comunicación electrónicos, para que no reproduzcan actitudes como el racismo, el clasismo, el machismo o la misoginia y, en cambio, contribuyan a erradicarlas.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y RESPONSABILIDAD SOCIAL

Valdría la pena empezar recordando que la libertad de expresión es un derecho de dos vías: el derecho a informar y el derecho a estar informado. México ha conquistado libertades que deben salvaguardarse en todo momento. Una de ellas es la libertad para cuestionar las decisiones o criticar la gestión de cualquier gobierno o gobernante. Asimismo, la sátira política es liberadora y necesaria. México tiene una larga tradición que incluye, por ejemplo, las carpas que interpretaban con humor las noticias o informaban aquello que el gobierno se empeñaba en ocultar; la caricatura política en medios impresos; los programas audiovisuales, que parodian a los gobernantes, y los memes que hoy abundan en internet.

Sin embargo, con la misma responsabilidad con la que todos velamos para salvaguardar el derecho a la crítica política, debemos vigilar que la libertad de expresión no sea el argumento que justifique o el disfraz que encubra actitudes discriminatorias producto del racismo, clasismo, el machismo o la misoginia.

Dicho de otro modo, libertad de expresión y responsabilidad social van de la mano, más aún en el caso de los comunicadores y otras personalidades públicas, quienes tienen una posición de privilegio al estar frente a las cámaras y micrófonos para expresar sus ideas e influir de diversas maneras en millones de mexicanos.

Oponerse al racismo, al clasismo, al machismo o a la misoginia, no implica la censura de opiniones ni de la libre manifestación de las ideas políticas, puesto que aquellos no son puntos de vista, sino actitudes que se han arraigado fuertemente como valores negativos de nuestra sociedad y que debemos inhibir para crear un país más justo para todos.

No obstante, el condenar al racismo y exigir un cambio en algunos comunicadores que han mostrado sistemáticamente actitudes racistas y misóginas ha hecho que algunos líderes de opinión, sin una perspectiva histórica y olvidando que libertad de expresión y responsabilidad social van de la mano, pretendan nombrar a este llamado a cuentas como un atentado a la libertad de expresión.

Considerando la historia trágica, pero también combativa del periodismo mexicano, creemos que sería por demás injusto equiparar la inhibición de actitudes racistas por parte de comunicadores, comediantes o influencers con la real persecución política, las amenazas, la censura, los despidos y los asesinatos sufridos por una larga lista de destacados periodistas, quienes han tenido que elegir entre la autocensura, el autoexilio o la muerte.

En sus primeras líneas, el artículo sexto constitucional expresa claramente que: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”.

La libertad de expresión, por lo tanto, no debe afectar los derechos de terceros y no debería ser invocada como precepto constitucional por ningún ciudadano para cobijar con ella cualquier ofensa o agresión que vulnere a otras personas, sin importar que se trate de un comunicador, un periodista, un gobernador o hasta un presidente. La importancia de inhibir el lenguaje racista radica en que este discurso suele traducirse luego en actos que materializan la discriminación.

En otras palabras, salvaguardar el respeto a la dignidad, fisonomía, lengua, color de piel, condición económica e identidad de las personas no puede ni debe ser entendido como una disminución de la libertad de expresión, sino como un principio esencial de toda relación humana. Regatear, poner en duda o tener que negociar este respeto, que debiera ser tácito entre las personas, es una de las primeras causas de la discriminación, dado que pone en riesgo la capacidad de los grupos vulnerables de acceder al conjunto de derechos que les da nuestra Constitución Política y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 2º establece:

“Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.”

En esencia, aunque persisten y seguramente persistirán por mucho tiempo las actitudes racistas en muchos mexicanos, la sociedad debe procurar ser mejor y más justa que los individuos. Es hora de que los ciudadanos, las instituciones públicas y las empresas, incluidos los medios de comunicación, demos un paso adelante en este tema.

EL PAPEL DE LOS MEDIOS, SUS CONTENIDOS Y LAS AUDIENCIAS

Ahora bien, en lo que concierne al papel de los medios de comunicación electrónicos y sus contenidos en la lucha contra actitudes como el racismo, el clasismo, el machismo o la misoginia, es preciso aclarar que los medios de comunicación son, antes que nada, empresas y, por consiguiente, su contribución al combate de los referidos males sociales debe asumirse como un asunto de responsabilidad social empresarial.

Por si esto no bastara, recordemos que los propietarios de los medios de comunicación son en realidad concesionarios que tienen el permiso para prestar un servicio público, aprovechando el cielo mexicano, el espectro radioeléctrico, que es propiedad de la nación y que permite propagar las ondas electromagnéticas que llevan la señal televisiva a los hogares.

De manera que, así como es común que empresas generadoras de impactos ambientales nocivos para los ecosistemas y la salud pública impulsen acciones compensatorias como, por ejemplo, la reforestación, las empresas de medios de comunicación también deben abrazar la responsabilidad social inherente a ellas.

Además, la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR) marca en su artículo 2º lo siguiente:

“Las telecomunicaciones y la radiodifusión son servicios públicos de interés general.

En la prestación de dichos servicios estará prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas”.

En suma, la LFTR considera en su artículo 256 que existen derechos de las audiencias, afirmando que el servicio público de radiodifusión deberá prestarse en condiciones de competencia y calidad, a efecto de satisfacer los derechos de las audiencias, para lo cual, a través de sus transmisiones brindará los beneficios de la cultura, preservando la pluralidad y veracidad de la información, además de fomentar los valores de la identidad nacional.

Entre los derechos de las audiencias marcados en la ley está el de recibir contenidos que reflejen el pluralismo ideológico, político, social y cultural y lingüístico de la Nación, además se establece el respeto a los derechos humanos, el interés superior de la niñez, la igualdad de género y la no discriminación.

Esto nos lleva a la necesidad de que las comunidades o grupos vulnerables, invisibilizados históricamente, sean incorporados a las narrativas que se construyen, por ejemplo, en las novelas y otros programas de los medios de comunicación electrónicos, a fin de que sean dignamente representados en estos discursos mediáticos. No nos referimos con esto a la mera aparición de personajes o actores que provengan de alguna comunidad marginada, como la indígena, las personas de piel morena o de escasos recursos económicos, sino a incluir sus historias, visiones y realidades, para una verdadera democratización de los medios.

Escritores, expertos y activistas han sugerido que una forma de evitar que los medios continúen reproduciendo el racismo hacia estos grupos marginados es que, por ejemplo, las televisoras y las productoras de cine diversifiquen su equipo de escritores, incluyendo no solo a personas de una misma condición económica, sino también a voces y perspectivas que provengan de comunidades no empoderadas.

Devolver a estos grupos su derecho de ser debidamente representados en los medios de comunicación permitiría construir alrededor de ellos una mayor empatía, algo ausente en millones de mexicanos, más aún en la política de las televisoras que, en forma prejuiciosa, les cierran oportunidades o limitan su participación por su aspecto físico, encasillándolos en una sola clase de personaje, debido a una visión reduccionista y de falsa superioridad que sólo revela ignorancia.

En lo relativo a los contenidos y como parte de la libertad de expresión está también el tema de la libertad creativa para contar historias y elaborar discursos en los medios. Se trata de una libertad que debe salvaguardarse, sin que esto signifique no hacer nada al respecto.

Por un lado, debemos recordar que la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, una ley en la que las dos principales televisoras en México ejercieron una notable influencia para defender sus intereses, establece en su artículo 222 lo siguiente:

“El derecho de información, de expresión y de recepción de contenidos a través del servicio público de radiodifusión y de televisión y audio restringidos, es libre y consecuentemente no será objeto de ninguna persecución o investigación judicial o administrativa ni de limitación alguna ni censura previa, y se ejercerá en los términos de la Constitución, los tratados internacionales y las leyes aplicables”.

Por otro lado, el artículo 223 señala que la programación que se difunda a través de radiodifusión o televisión y audio restringidos, en el marco de la libertad de expresión y recepción de ideas e información, deberá propiciar la integración de las familias, el desarrollo armónico de la niñez, el mejoramiento de los sistemas educativos, la difusión de los valores artísticos, históricos y culturales, el desarrollo sustentable, la difusión de las ideas que afirmen nuestra unidad nacional, la igualdad entre mujeres y hombres, la divulgación del conocimiento científico y técnico, y el uso correcto del lenguaje.

Aunque abundan las buenas intenciones, el artículo 223 expresa una lista de buenos deseos que parecen estar muy lejos de cumplirse en los contenidos del duopolio conformado por Televisa y TV Azteca, que son las señales con mayor alcance entre los mexicanos.

No olvidemos que según la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales (ENCCA) 2018, elaborada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, cerca del 51% de los hogares con televisor mencionaron contar únicamente con señal de televisión abierta, lo que significa para estos hogares la escasa o nula posibilidad de ver contenidos distintos a los de Televisa y TV Azteca. El 72% de los entrevistados señalaron ver contenidos de canales de televisión abierta, siendo Las Estrellas el que mayor número de menciones obtuvo. Incluso entre los hogares que sí cuentan con señal de televisión por cable, el 66% manifestó consumir canales de televisión abierta.

Como seguramente la inmensa mayoría de los mexicanos, los comunicólogos miembros del Colcombc creemos que las libertades conquistadas a través del tiempo deben atesorarse y defenderse. Por ello, consideramos que la vía para impulsar mejores contenidos no debe ser la censura ni una regulación excesiva, sino la formación de audiencias críticas.

Mediante la educación y el empoderamiento de las audiencias no solo es posible crear nuevos contextos de exigencia que demanden mejores contenidos, sino que la ciudadanía tendría un rol más activo, al poder patrocinar con su consumo a quienes le brindan calidad y volver rentables esas producciones.

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DE INFLUENCERS Y YOUTUBERS

La posibilidad de que cualquier persona pueda divulgar sus contenidos y opiniones a través de redes sociales por internet, bajo la modalidad de influencer o youtuber, es un efecto positivo de la llamada cultura participativa descrita por el teórico norteamericano Henry Jenkins, sin embargo, esto presenta también desafíos importantes.

Como comunicólogos, celebramos las posibilidades que hoy tiene cualquier miembro de la comunidad para participar a través de internet y contar sus propias historias. No obstante, aunque todas las personas tienen derecho a dar su opinión, lo cierto es que -por duro que pueda leerse- no todas las opiniones valen igual. El análisis que aporta un académico experto y bien informado acerca de un tema tendrá, generalmente, mayor calidad que la compartida por un influencer o youtuber de manera impulsiva y sin mayores estudios sobre el tema, aunque seguramente habrá otros que sí se preparen a conciencia antes de externar su postura.

Pareciera que ambas opiniones compiten en igualdad de circunstancias, pero la realidad es que hoy las voces expertas están en desventaja, considerando la escasa alfabetización digital de muchas de estas voces, debido a que un gran número de académicos, no solo los afectados por la brecha generacional, tienen un conocimiento limitado en el uso de las redes sociales o de nuevas tecnologías de información. Incluso, algunos muestran un franco desinterés en ellas, lo que abre la puerta para que estos espacios sean ocupados por voces que no cuentan con la debida formación para erigirse como autoridades en la materia o voces autorizadas.

Sin demérito de ninguna opinión, consideramos vital que en esta expansión de voces las audiencias dispongan de herramientas que les permitan discernir entre las distintas opiniones y contenidos disponibles en las redes sociales, aunque ello representa un reto mayúsculo.

Por otra parte, en el caso particular de los comunicólogos, comunicadores o influencers que están al frente de programas de entretenimiento y comedia, les recordamos que el humor tiene el poder de reproducir el racismo y perpetuar estereotipos, por lo que es esencial que se atrevan a explorar otras fórmulas de humor y nuevos anclajes desde los cuales hacer reír, para no reproducir las convicciones racistas ya presentes en una gran parte de la sociedad. No se trata de corrección política, se trata del respeto que tienen derecho a exigir los grupos marginados y vulnerables, así como las minorías en cualquier país del mundo, para no seguir siendo humillados públicamente en los discursos mediáticos controlados por personas en una posición de privilegio.

Es importante reconocer que el éxito de un influencer o youtuber puede ser resultado de muy diversos factores. En el mejor de los casos, debido a sus buenos contenidos, su grado de popularidad, su carisma e incluso el grado de identificación que encuentran en él sus seguidores. Sin embargo, el que un influencer o youtuber señalado por sus actitudes racistas, clasistas y misóginas tenga a millones de seguidores en México no significa necesariamente que realiza un trabajo de calidad o que aporta algo benéfico a la sociedad. En todo caso, su éxito puede confirmarnos las actitudes racistas, clasistas o misóginas con las que quizá se identificó una buena parte de su audiencia.

A ellos, los exhortamos a no justificarse en lo que tradicionalmente ha sido la televisión mexicana y, en cambio, evolucionar, actualizar su discurso, hacer una comedia con sustancia, que aporte calidad y promueva valores positivos en la sociedad.

El llamado es a no seguir tomando como chiste las agresiones de que son objeto los grupos vulnerables por condiciones de las que -además- no son culpables, puesto que ellos no tuvieron posibilidad de elegir su color de piel, su fisonomía, su nacionalidad, su nivel educativo o su estatus socioeconómico. Es importante dar voz a estas minorías, darle salida a sus inquietudes, perspectivas y realidades, en lugar de oprimirlas aún más.

Finalmente, en torno al papel del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), una institución del Estado para reducir y procesar asuntos relacionados con la discriminación, consideramos que debe asumir un rol más activo y más demandante en relación con las empresas de medios de comunicación electrónicos, creando observatorios de contenidos que incluyan la participación de comunicólogos, debido a que son científicos sociales expertos en el análisis del discurso.

Creemos en un México de instituciones que deben evaluarse y transformarse para cumplir de mejor manera con sus encomiendas, sin embargo, reiteramos que combatir actitudes como el racismo, el clasismo, el machismo y la misoginia no es tarea exclusiva de una institución, sino de todas, es una tarea de la sociedad mexicana en su conjunto y hacemos votos para que el debate que tomó fuerza hace unos días nos lleve a dar pasos importantes en esa dirección.

Muchas Gracias.

Atentamente

L. C. Feliciano Castro Loya

Presidente del Colcombc

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