Sheinbaum: Menos doctora y más Claudia: la aspirante morenista exhibe una imagen cercana para ganar terreno político
Una tarde de campaña con Sheinbaum, que se da un baño de multitudes en Ecatepec bajo una lluvia inclemente
CRÓNICA DE CARMEN MORÁN BREÑA/EL PAíS/ 30 julio 2023/
El parabrisas del coche se defiende contra la lluvia, pero el vehículo sigue atascado en el tráfico inmóvil. La candidata está inquieta, pregunta al chofer cuánto falta, si falta mucho, a cuántas cuadras está su destino, cuántos minutos quedan.
La respuesta siempre es la misma. Se acabó, agarra el chubasquero, salta del carro y se pone a caminar por la banqueta. No bien ha dado los primeros pasos, suenan los piropos políticos por la calle de Ecatepec: “¡Te amamos! ¡Eres la mejor!”.
Los transeúntes perciben pronto la figura de esta mujer menuda y discreta que quiere ser presidenta de México, varias personas la saludan, las adolescentes de la boutique ríen vergonzosas a su paso. “¡Es ella, es Claudia Sheinbaum!”.
La escasa comitiva de la que hace unas semanas era alcaldesa de la capital va engordando hasta convertirse en un tumulto que atropella, la gente corre tras su paso, se empujan y tropiezan mientras sacan el celular.
En un kilómetro habrán disparado decenas de selfies. Una señora logra situarse a su lado, pero los nervios no le dejan entenderse con el móvil. Sheinbaum agarra el teléfono y toma la foto ella misma mientras la mujer se cuelga de su brazo.
El pasillo entre vallas que la conduce hasta el micrófono del mitin es un túnel de manos, regalos y pancartas que le retrasan unos minutos más, a ella que le gusta ser puntual. Pero a nadie le amarga un baño de fervorosa multitud.
La lluvia ha decidido que tampoco quiere perderse el espectáculo de los danzantes emplumados que la esperan en el escenario para envolverla en incienso y efectuarle una limpia de energías. Sheinbaum congela la sonrisa y baja los brazos como una alumna tímida sometida a excesivo protagonismo. Cuando le entregan el bastón de mando prehispánico encuentra un quehacer para sus manos. Suenan las matracas y las campanillas, el mitin de campaña va a comenzar.
“No es una campaña”, corrige minutos antes cuando se le pregunta qué tal van estos días de encuentro con los seguidores por todo el país. Disciplinada, la candidata (tampoco es una “candidata”) no quiere abandonar el guion que le resguarda de posibles sanciones por parte del Instituto Nacional Electoral por andar de ruta antes de tiempo convenciendo a los mexicanos para que la encuesta que ha previsto su partido,
Morena, le sea favorable respecto a sus cinco compañeros que también se postulan. De su boca no sale una palabra altisonante para ellos, tampoco muchas para los “del otro lado”, los de la oposición.
De su boca, en realidad, sale poca cosa, es parca en palabras, pero estos días tiene que exprimir su lado político, el que ha “ido adquiriendo con el tiempo”, desde que dejó la universidad, que todavía echa de menos de tarde en tarde, “dar clases, la intimidad de la investigación”.
El perfil academicista no es buen compañero para hacer vibrar al pueblo. “Me dicen que soy seria, que no sonrío. Es que yo crecí en la política, pero no con el mundo político que en aquella época era el PRI; pero sí me gustan estas asambleas, me llenan, y escuchar a la gente en corto también lo gozo”, dirá en el coche, que avanza a vuelta de rueda por la ciudad más populosa del Estado de México.
Ahora, sus estrategas persiguen para la candidata una imagen más personal, cercana al gran público, donde se adivine el ser humano que hay bajo la piel de todo político. En redes sociales ensayan ya pequeñas piezas en las que se ve a una joven estudiante de la UNAM con el pelo corto y rizado, muy ochentera.