NARCOTERROR:Trump se arrepentirá de declarar a grupos del narcotráfico como terroristas
EL FINANCIERO/23 ENERO 2025 |
México ha vivido la toma de posesión de Donald Trump como si fuera un terremoto político.
Juan Pablo Spinetto
Tratar a los cárteles como terroristas tiene sus riesgos: Cualquier persona que tenga contacto con narcos, lo sepa o no, podría ser considerado como colaborador del terrorismo, señala J.P. Spinetto.
Desde el martes, todas las conversaciones en los medios, los círculos empresariales y el mundo político se han centrado en adivinar el daño potencial de los nuevos dictados de Trump. “¡Ahí viene el lobo!”, gritaba un periódico mexicano en su portada, con una foto del presidente estadounidense sosteniendo una de sus órdenes ejecutivas. Y con razón.
Las acciones de Trump pueden sentirse en cada rincón del mundo, pero sus repercusiones en México son más fuertes: la segunda economía más grande de América Latina es el principal socio comercial de Estados Unidos; su frontera compartida de casi 2.000 millas es el cruce terrestre internacional más transitado del mundo; los mexicanos son el grupo más grande de inmigrantes en Estados Unidos y el grupo más grande de quienes viven allí sin estatus legal.
Sin embargo, me preocupa menos el impacto de las medidas transformadoras de Trump en los temas clave de la migración y el comercio bilateral, áreas de controversia para las que México se ha preparado de muchas maneras, que en el complejo tema de la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. Debido a las estrategias divergentes, los profundos agravios mutuos y la creciente complejidad de las redes criminales transnacionales, veo problemas en el futuro.
Empecemos por la salva inicial de Trump al iniciar la designación de los cárteles criminales de México como grupos terroristas. Aunque puede ser más simbólico que práctico por ahora, las consecuencias a largo plazo que conlleva son preocupantes: el crimen organizado se ha arraigado muy profundamente en México en las últimas décadas. Las bandas ya operan en más del 70% del territorio del país, según los cálculos de la firma de gestión de riesgos Control Risks. La extorsión está muy extendida y la penetración de los cárteles tanto en la economía formal como en el sistema político es significativa.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha intentado cambiar de táctica tras el fracaso de la estrategia de “abrazos, no balazos” de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), centrándose en dar más recursos y entrenamiento a las fuerzas de seguridad mexicanas y adoptando una postura más represiva. Pero el desafío es demasiado grande para que México lo asuma por sí solo; para Estados Unidos, tener un vecino del tamaño de México que no puede controlar su territorio siempre será un peligro para la seguridad. Una incursión militar estadounidense en México con la excusa de acabar con los capos de la droga es algo que Trump ya planteó durante su primer mandato, y la idea está resurgiendo con fuerza ahora. Es comprensible que México considere tales acciones como una violación masiva de su soberanía.
La propuesta de tratar a los cárteles como terroristas, si completa la revisión interinstitucional, agrega riesgos colaterales significativos:
cualquiera que tenga contactos con narcos, a sabiendas o no, podría ser acusado de colaborar con terroristas, desde los productores de aguacate en Michoacán que pagan para sobrevivir hasta la industria armamentística estadounidense que ha estado vendiendo armas a criminales. Esto plantea un desafío fenomenal para cualquier sistema de cumplimiento corporativo en América del Norte, en particular para las instituciones financieras. Las dificultades de los bancos internacionales para distinguir entre negocios legales e ilegales llevarían a un cumplimiento excesivo (cuando las reglas se aplican más allá de lo estrictamente requerido), lo que perjudicaría la inversión. También obstaculizaría los programas de ayuda estadounidenses diseñados para abordar la pobreza y la anarquía que han hecho que trabajar para los cárteles sea una opción atractiva.
“La cooperación entre Estados Unidos y México en términos de seguridad no es fluida”, me dijo el ex embajador mexicano en Estados Unidos Gerónimo Gutiérrez. “México aún tiene grandes desafíos por resolver”.
Algunos expertos han abogado por un tratado de seguridad entre México y Estados Unidos, de la misma manera que hay un acuerdo comercial, para abordar el problema sin verse eclipsado por consideraciones comerciales o migratorias. Esa es una idea que vale la pena explorar. Los cárteles de México representan una amenaza salvaje para ambos países a la que se debe enfrentar con una respuesta más efectiva. Pero para que eso suceda, México y Estados Unidos deben tener una conversación honesta sobre objetivos comunes. Esta designación unilateral de terrorista por parte de Trump y las medidas que podrían derivarse de ella prometen dificultar mucho más esa conversación. Y sin una estrategia unificada, el problema de la inseguridad no hará más que crecer y generar ideas aún más extremas para intentar resolverlo.