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7 de cada 10 , con daño emocional tras sismo del 19 de septiembre 2018 en la Ciudad de México

HOY SE CUMPLEN 33 AÑOS DEL TERREMOTO DE 1985

CIUDAD DE MÉXICO 19 DE SEPTIEMBRE 2018/EL FINANCIERO/

El sismo registrado hace un año parece haber dejado más daños psicológico-emocionales que físicos a los capitalinos, según revela una encuesta de El Financiero en la Ciudad de México, a un año del 19 de septiembre.Simulacro de sismo en la CDMX.

El sondeo revela que nueve por ciento de los entrevistados sufrió daños graves en su hogar y 13 por ciento reporta haber tenido daños graves en su lugar de trabajo.

En contraste, el 32 por ciento asegura haber sufrido daños graves en el aspecto psicológico-emocional. Sumado al 42 por ciento que reporta haber tenido trastornos menores, el daño emocional alcanza al 74 por ciento de los entrevistados, es decir, tres de cada cuatro capitalinos.

Los daños graves o menores en el hogar suman 42 por ciento, y en el lugar de trabajo alcanza 37 por ciento. La marca más fuerte del pasado 19 de septiembre no quedó en las paredes, sino en la conciencia de los habitantes de la Ciudad de México.

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Según la encuesta, el 54 por ciento de los consultados dice que la fecha 19 de septiembre le produce mucho o algo de temor, mientras que el 63 por ciento siente miedo ante la idea de escuchar la alarma sísmica, la cual está programada, por cierto, para sonar el día de hoy, después de la 1:15 de la tarde, en conmemoración al movimiento telúrico del año pasado.Placeholder block

Ante la idea de que suene la alarma sísmica, el 46 por ciento opina que es buena idea, pero la mayoría, 51 por ciento, cree que es mala idea sonar la alarma para ese propósito.

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A un año del terremoto de 7.1 grados en la escala Richter, 12 por ciento de los entrevistados opina que la gente está muy preparada en caso de que haya otro temblor importante. El 33 por ciento señala que la población está algo preparada. Sin embargo, 55 por ciento cree que el nivel de preparación ante los movimientos sísmicos es poco o nulo.

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Encuesta realizada por El Financiero.Fuente: Especial

Según el sondeo, el 50 por ciento suele tomar precauciones en caso de un temblor, siendo las mujeres (53 por ciento) ligeramente más propensas a ello que los hombres (48 por ciento). El 49 por ciento, según la encuesta, no toma ninguna precaución.

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Entre las precauciones que toman los capitalinos, el sondeo revela que 65 por ciento suele preparar documentos y dinero; el 52 por ciento hace rezos u oraciones para sentirse protegido; el 40 por ciento suele tener preparada una mochila de emergencia, y el 29 por ciento tiene una aplicación que le avisa de algún sismo.

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Metodología: Encuesta en la Ciudad de México realizada por vía telefónica a 420 adultos los días 14 y 15 de septiembre. Se hizo una selección probabilística y una generación aleatoria de números residenciales en las 16 delegaciones. El margen de error de las estimaciones es de +/-4.8 por ciento. Los resultados reflejan las opiniones de los adultos de la Ciudad de México que tienen una línea telefónica residencial.

DORMIR EN UNA CASA DE CARTÓN

«Durante tres meses», dice Cristina, «dormimos los diez ahí». La mujer señala una tienda de campaña gris, sucia, instalada sobre unos palés desgastados. Grande para ser una tienda de campaña; enana, minúscula, para albergar a más de cuatro personas. Ni qué decir de diez. Cristina explica: «Ahí estábamos mi esposo, mis dos hijas, mi hijo pequeño, mis nietos». Y claro, ella. Pero y, ¿cómo se acomodaban? «Pues ahí», contesta, «apretaditos».

Con 50 años recién cumplidos, Cristina Serrano parece una mujer tranquila. Si no satisfecha, al menos consciente de que su situación ha mejorado. El terremoto del 19 de septiembre de 2017 les dejó en la calle. Su edificio, en el sur de Ciudad de México, quedó inhabitable. Miles de edificios sufrieron desperfectos durante el terremoto en la ciudad y los estados aledaños. Otros tantos quedaron inhabitables y otros cayeron. Al menos 230 personas murieron sólo en la capital.

Durante meses, Cristina y los suyos vivieron en tiendas de campaña. En diciembre cambiaron la tienda por una casa de cartón, madera y otros materiales reciclados. Arquitectos de la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de México, fabricaron unas cuantas para las familias del campamento. Principalmente familias con niños. La tienda, dice Cristina, se la cedieron a «Beto Chavelas», que vive solo.

Cristina, su esposo, sus hijos y nietos comparten el campamento con otras nueve o diez familias. Carentes de opciones, Cristina y su familia ocuparon parte del parque de Fuentes y Gálvez, junto a su vieja casa. Ahí siguen un año después, en el área de columpios, junto a una banca de hierro forjado. Vecinos en la misma situación adoptaron soluciones parecidas. Los que pudieron se fueron, los que no, se quedaron en el parque.

Escombros tras el sismo en la Unidad Tlalpan.
Escombros tras el sismo en la Unidad Tlalpan. HÉCTOR GUERRERO

Este martes, 364 días después del terremoto, muchos siguen ahí, repartidos en tres campamentos. Desde el de Fuentes y Gálvez se ve la vieja casa de Cristina, el quinto piso del edificio 4-A del Multifamiliar Tlalpan. Compuesto de diez inmuebles, uno se cayó durante el temblor y los otros nueve sufrieron daños severos. Desde hace meses, Cristina y el resto pelean con el Gobierno para que les reformen las casas. Que lo haga sin costo para ellos. De momento parece que lo han conseguido, aunque el cambio de administración en diciembre les mantiene intranquilos.

Además de una historia encomiable de supervivencia, la vida en los campamentos es una eterna vuelta al pasado, a los segundos que duró el terremoto, a lo que hicieron los vecinos, a cómo salieron de sus casas. Hay historias que conocen todos: la de Juan Arias, que salió volando por la ventana del cuarto piso del edificio que colapsó, y aún así, pese al vuelo, sobrevivió; la de Nayeli y sus dos hijos, que no pudieron salir y murieron; la de Martha Reyes, madre de Nayeli, que murió de un infarto meses más tarde, después de un mitin político que acabó en batalla campal…

Cristina cuenta que el sismo del año pasado fue el segundo que vivió en la misma casa. De hecho, aunque no lo dice, fue el segundo que vive, el mismo día, en la misma casa: los terremotos de 1985 y 2017 ocurrieron, con 32 años de diferencia, el 19 de septiembre.

«Aquel día estaba con mis hijas», recuerda Cristina. «Había salido temprano, a las 8 de la mañana, trabajaba en una casa limpiando. Volví pronto. Cuando empezó a temblar yo estaba en la cocina, lavando los trastes -la vajilla, las ollas. Todo empezó a moverse y no podíamos salir».

Eran las 13.14. El quinto piso de su edificio se movía escandalosamente. Cristina recuerda el ruido, el bailoteo de aquella mole de cemento. Ella y una de sus hijas se refugiaron en el marco de la puerta del baño. ¿Por qué? Nada más se refugiaron allá, sin pensar. Su otra hija y dos de sus nietos, gemelos de tres años, se quedaron atrapados en el cuarto. La puerta quedó atrancada. No pudieron salir del edificio hasta que acabó de temblar.

Cuando salieron se fueron al parque, se sentaron en una banca. Y ya no han salido de ahí. Este martes, Toño, el esposo de Cristina, barría el paseo del parque, la parte que da a la puerta de la casa. Frente a la puerta han instalado un lavadero. En el lavadero, Cristina guarda el cadáver gigantesco de un insecto en una botella de plástico. Se llama cara de niño. No es venenoso, pero ella cree que sí. Y lo parece. Toño ha echado cemento e impermeabilizante en la base de la casa. Para evitar que entren. Y de paso para que no se cuele la lluvia. Aún no saben cuánto tiempo tendrán que pasar aquí.

Patrocinio: El Financiero.

Realización: Alejandro Moreno

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