PROTESTAS CONTRA RACISMO YA SON GLOBALES
Las movilizaciones contra el racismo desencadenadas en EE UU por la muerte del afroamericano George Floyd a manos de la policía han prendido en Europa y en otros países hasta convertirse en un fenómeno global que suma reivindicaciones locales. Londres vivió el domingo una manifestación masiva, en su mayor parte pacífica aunque con algunos choques con la policía y sin poder cumplir las recomendaciones de distanciamiento social. En la capital británica las protestas han ido creciendo en intensidad y número de asistentes desde el pasado jueves hasta convertirse en la vanguardia del rechazo global a la discriminación racial. Durante el fin de semana, concentraciones multitudinarias se han sucedido en otras capitales europeas como Madrid, París, Berlín, Bruselas o Roma.
Reino Unido protagoniza las manifestaciones más intensas
En Londres, unas 15.000 personas se han concentrado en Hyde Park, en Whitehall (la avenida que alberga la mayoría de los edificios gubernamentales), en los alrededores del Parlamento y frente a la nueva embajada de Estados Unidos en Battersea, en la orilla sur del río Támesis. Decenas de furgones policiales y de agentes se han desplegado en los alrededores de la delegación diplomática, resguardada a su vez en el patio interior por militares estadounidenses. Las movilizaciones contra el racismo han prendido en Europa, especialmente en España y Francia, y en otros países hasta convertirse en un fenómeno global que suma reivindicaciones locales, como es el caso francés y mexicano.
Los enfrentamientos más violentos entre manifestantes y fuerzas de seguridad se produjeron el viernes, a las puertas de Downing Street (la residencia del primer ministro) y el sábado en Whitehall. Grupos reducidos pero muy activos de activistas lanzaron botellas de cristal y objetos diversos contra la policía. Hasta una bicicleta, que asustó al caballo de una agente y provocó que comenzara a huir desbocado. El impacto contra un semáforo derribó a la oficial, que sufrió rotura de cuello y varias costillas y un pulmón perforado, aunque fuentes de la Policía Metropolitana han asegurado que su vida no corre peligro. “El número de ataques contra los agentes ha resultado escandaloso y completamente inaceptable. Sé que muchos de los que han salido a la calle para hacer oír su voz estarán tan escandalizados como yo al contemplar estas escenas. No hay lugar para la violencia en nuestra ciudad”, ha dicho en un comunicado oficial Cressida Dick, la comisaria jefe de la Policía Metropolitana. La principal responsable de la seguridad en la metrópolis ha asegurado que al menos 13 agentes han resultado heridos durante las protestas, y otros 14 manifestantes han sido arrestados. Dada la intensidad de la actividad en las calles londinenses durante este domingo, a pesar de la lluvia, las fuerzas de seguridad no descartan que aumente el número de detenciones. A última hora de la tarde volvían a producirse forcejeos entre las decenas de policías y unos doscientos activistas que seguían protestando en los alrededores del Ministerios de Asuntos Exteriores. Los más violentos han provocado daños en el mobiliario urbano. La famosa estatua de Winston Churchill, frente al Palacio de Westminster, aparecía garabateada con grafiti: “Era un racista”, han escrito con spray negro a los pies del monumento.
Al menos un millón y medio de personas de raza negra viven en Londres, que cuenta con nueve millones de habitantes. La capital concentra además otro millón y medio de personas de origen asíático.
El Gobierno de Boris Johnson debe hacer frente a esta nueva ola de inquietud ciudadana y de protestas cuando todavía no ha logrado controlar del todo la pandemia. “Apoyo firmemente las razones de todos los que han salido a manifestarse, pero el virus no discrimina y estas enormes concentraciones de gente aumentan el riesgo de contagio”, intentaba calmar los ánimos Matt Hancock, el ministro de Sanidad, este domingo en SkyNews. La erupción del fenómeno Black Lives Matter ha concidido además con la noticia, unos pocos días antes, de que el número de contagiados y fallecidos por el virus en el Reino Unido se había duplicado, casi triplicado, entre la población negra y otras minorías. Los datos, facilitados por la Oficina Nacional de Estadísticas, no apuntan a una causa concreta, y el Gobierno ha pedido tiempo para sacar conclusiones concretas, pero la sospecha generalizada echa mano del sentido común para deducir que las condiciones sociales y económicas de estos grupos de ciudadanos les han convertido en víctimas más vulnerables de la pandemia. “Hay todavía partes de nuestra sociedad que están más preocupadas por el statu quo que por la búsqueda de una mayor justicia y humanidad”, ha escrito en las páginas del diario The Times Sajid Javid, quien fuera ministro de Economía durante los primeros meses del Gobierno de Johnnson. Musulmán de origen humilde, el político conservador ha reclamado a Downing Street que se esfuerce más en combatir la desigualdad racial en el Reino Unido. Javid ha señalado que la proporción de reclusos negros en las cárceles británicas es incluso superior a la de las estadounidenses.
A pesar de la petición del Gobierno de que se eviten las concentraciones masivas, la oposición laborista se ha puesto del lado de los manifestantes. “No puedes permanecer en silencio frente al racismo y la brutalidad policial, y todos esos jóvenes tienen derecho a alzar su voz y exigir un cambio”, ha dicho Lisa Nandy, la portavoz de Exteriores del “Gobierno en la sombra” del líder de la oposicion, Keir Starmer.
Las manifestaciones se han extendido por otras ciudades del Reino Unido como Edimburgo, Glasgow, Manchester o Bristol. En esta última, un grupo de activistas ha logrado derribar, con ayuda de cuerdas, la estatua de Edward Colston, un comerciante de esclavos del siglo XVII que formó parte de la Royal African Company, propietaria del monopolio de oro, marfil y esclavos. Unos 84.000 adultos y niños fueron objeto de tráfico humano. En torno a la estatua derribada, en el centro de la ciudad, decenas de manifestantes han comenzado a bailar a modo de protesta. La figura del “prócer” de la ciudad ha terminado por ser arrojada a las aguas del puerto. La policía ha abierto una investigación. Cerca de 11.000 vecinos habían firmado ya una petición para que la estatuta desapareciera del paisaje urbano.