Opinión

«EL CHARRISMO» DE LA 4a.T. AMLO le pagará las vacaciones a Romero de Deschamps

JUAN IGNACIO ZAVALA «AUTONOMÍA RELATIVA»/EL FINANCIERO/

Los líderes sindicales en nuestro país son una especie de definición de inmovilismo. Sus líderes han llegado a ser personajes fundamentales de la vida pública mexicana. Algunos de ellos se convirtieron en piezas fundamentales del anecdotario político nacional.

Personajes que lo mismo evocaban al cacique dicharachero que al matón embravecido. Las referencias llegaban de todos lados: desde el ambiente burdelero hasta el que se sentía misionero. Benefactores de los suyos, pero también sus asesinos y carceleros.

Todos ellos multimillonarios, amantes del exceso, esclavos del lujo y del derroche eran un espectáculo constante. Ancianos ya, no cesaban en los excesos y en las muestras de poder. “Líderes charros”, se les llamó en una época, para darle marco a lo auténticos que eran nuestros líderes sindicales: una creación muy mexicana.

Lo mismo eran devotos de la Iglesia que tenían cuatro familias; lo mismo mataban que condenaban el asesinato, siempre con un refrán, una frase, un aforismo que les ayudara a mostrar su sabiduría popular.

Quizás el más icónico fue Fidel Velázquez, que ya a una edad muy avanzada daba conferencias de prensa en las que se quedaba dormido, lo que no obstó para que en una ocasión que le preguntaron sobre la interpelación de Muñoz Ledo al Presidente, contestara que a él Muñoz Ledo se la “interpelaba”.

Hay mucha literatura al respecto de estos hombres que representaban a los trabajadores y que jugaban un papel político de balance ante el Presidente en turno.

Se convertían en legisladores, ya fuera diputados o senadores, siempre a las órdenes de los presidentes en las épocas del PRI y que con el panismo no tuvieron casi nada de qué preocuparse.

Así pues, que la impunidad del liderazgo sindical ha sido el sello de estos sujetos durante décadas, salvo contadas excepciones (Pemex con Salinas de Gortari, Luz y Fuerza con Calderón).

El caso de Carlos Romero Deschamps es emblemático. Pasó los gobiernos del PAN sin mancha alguna, se sintió a sus anchas con Peña y encontró salida de plata con la cuarta transformación.

Para la historia quedará la anécdota de ver entrar a los policías de la Fiscalía directo a su mesa y ver que se llevaban a su abogado y no a él. Si bien es cierto que el presidente López Obrador le hizo el fuchi y nunca lo recibió, la verdad es que Romero –salvo el susto del restaurante– la pasó cómodo y tranquilo en el lopezobradorismo como en otros años. Incluso se habla que le tienen que pagar sus vacaciones. Se le castigó negándole acceso al Presidente y conminándolo a abandonar sus labores como dirigente sindical sin mayor problema.

El Presidente anunció el retiro de Deschamps como si se tratara de un gran triunfo, de una especie de conquista moral de la cuatroté. Lograr el retiro de un hombre que vivió en el derroche y que fue la imagen viva de la corrupción y el exceso.

Se entiende que en Pemex lo último que se quiere en estos momentos es tener problemas con el sindicato –de hecho, de ese tipo de amenazas han vivido siempre esos líderes–, una empresa al borde de la quiebra, en manos francamente ineptas y que el Presidente ha querido convertir en referente de su administración, no puede darse el lujo de tener ahora un conflicto laboral.

Pero lo que queda claro es que esos son los cambios de López Obrador: la transformación sindical consiste en correr al líder y pagarle sus vacaciones. Gran cambio con el charrismo cuatroté.

Comments are closed.