By Francisco Toledo, al rescate del pintor, Benjamín Serrano, artista tijuanense.
Facebook/30 octubre 2025/
Por Jaime Chaidez Bonilla
La primera ocasión que fui a Oaxaca -yo era un adolescente- vi a un hombre sentado en la banqueta, pensé que era un pordiosero, me dio mucha lástima y le regalé 50 pesos. “Tome amigo, cómprese una torta”, le dije. Solamente sonrió, tomó el dinero, nunca olvidaré su mirada. Años después lo reconocí en las fotografías de una exposición y me enteré que se llamaba Francisco Toledo. Pocos años antes de su muerte tuve la oportunidad de entrevistarlo y reencontrarme con sus ojos. Hace rato me acordé.
Hace 19 años me encontré a Francisco Toledo en una calle de Oaxaca. Iba caminando rápido. Como si el suelo le quemara los pies. Lo alcancé justo cuando entraba a la galería de arte que vende su obra.
– ‘Buenas tardes, Toledo’ dije.
– ‘Buenas’, volteó muy serio.
– ‘Vengo de Tijuana, Baja California’.
– ‘¿Y por qué vienes de tan lejos?’
– ‘Entre otras cosas, me interesa hablar contigo de Benjamín Serrano, tu amigo’.
La actitud de Francisco Toledo cambió totalmente. Soltó los brazos. Mencionar a Serrano fue como abrir el candado de una puerta.
– ‘Pásale, vamos a sentarnos. Platícame. ¿Qué pasó con la francesa, la novia de Serrano?’
– Daniela Gallois murió recientemente. Ya no eran pareja desde hace muchos años.
La charla fluyó tranquilamente. Le dije a Toledo que algunas personas en Tijuana consideran que Benjamín Serrano debe ser revalorado como el gran pintor y escultor mexicano que fue. Toledo y Serrano fueron amigos desde su estancia en Francia. El tijuanense vivió de joven en Oaxaca y la Ciudad de México.
-Por ello es importante que tú, Francisco Toledo, hables de Serrano, ya sea escribiendo o dando una entrevista y recuerdes el trabajo y la persona de este artista tijuanense.
-Pues ustedes avísenme, cuenten conmigo, por supuesto. Benjamín tenía mucho talento, su trabajo en la escultura era extraordinario. Me gustaría mucho colaborar en el rescate de su obra y memoria.
Nos despedimos de mano. Toledo y su camisa arrugada se perdieron entre las oficinas de la galería y yo regresé a tomar café de Oaxaca frente a la Iglesia de Santo Domingo.
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