Nacional

«QUE DIOS NOS AGARRE CONFESADOS».Por Raymundo Rivapalacio

ESTRICTAMENTE PERSONAL/ EL FINANCIERO/ 1o. JUNIO 2020/columnista

Arranca hoy el retorno a la llamada nueva normalidad. ¿Cómo será? Así: con 31 de 32 entidades con un semáforo de alto riesgo por el número de contagios de Covid-19, y cifras crecientes de transmisión y muertes. Con un incremento de los contagios moderados y acelerados en 53 por ciento de las principales ciudades del país. Un aumento sustantivo en la movilidad, que pareció romper la barrera sicológica del distanciamiento por razones de salud, desde el 10 de mayo, pero cuya situación se volvió grotesca el fin de semana, al organizarse fiestas en casas, en algunas de las cuales, incluso funcionarios federales presumieron sus festejos con fotografías en WhattsApp.

En estos momentos son irrelevantes los galimatías del gobierno sobre el aplanamiento de la curva epidemiológica y la dominación de la pandemia. Las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador y el justificador de sus acciones políticas, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, lograron lo que dicen querer impedir: que el fin de la sana distancia sea tomado como un banderazo de salida para que la gente regrese a su vida normal. No hay claridad, porque no supieron comunicarlo, que el final de la Jornada de Sana Distancia no significa dejar de aplicar el distanciamiento social y mantener las medidas de prevención sanitarias.

El Presidente está en su Palacio y el subsecretario frente al espejo, tratando de conciliar sus hechos con sus dichos. ¿Se habrán asomado a las calles el fin de semana? El sábado hubo una marcha contra el Presidente, con cientos de autos manifestándose en varias ciudades. Pudo ser un posicionamiento político muy visible, pero es un botón de muestra de que la emergencia sanitaria quedó atrás para muchos. La movilidad, se le olvida a la gente, es lo que acelera el contagio.

La alcaldía Cuauhtémoc, donde se asienta el Palacio Nacional, incrementó 14 por ciento su movilidad el viernes, convirtiéndose en la demarcación peor portada de la Ciudad de México, de acuerdo con los reportes de la Fundación Mexicana para la Salud. En la zona metropolitana de Guadalajara la movilidad se incrementó 22 por ciento. En Monterrey, según encuestas en la prensa, 66 por ciento de los negocios se adelantó a la apertura. Y en Zacatecas y El Bajío la movilidad llegó a 42 por ciento.

¿Se habrán asomado a los supermercados en la Ciudad de México? Varios estuvieron llenos, con dependientes y clientes ignorando las medidas de seguridad. En una de las cadenas, cuando en la puerta le hicieron el alto a una pareja e indicaron que sólo una persona podría pasar, una de las consumidoras respondió: “¿Por qué? ¿Qué no sabe que ya se acabó la sana distancia?”. En una veterinaria, cuando le pidieron a una persona que dejara a su acompañante afuera por razones de prevención, increpó molesto: “¿Qué no vio que el Presidente ya dijo que se acabó el coronavirus?”.

López Obrador no ha dicho eso, pero con su fraseo de las cosas, ha dejado en muchos esa impresión. El comparsa presidencial del subsecretario, lleno de estadísticas y curvas epidemiológicas confusas y declaraciones contradictorias, ha sumado al ánimo festivo de la gente que piensa que hoy es el gran día para recuperar el tiempo perdido. La Ciudad de México –junto con Guerrero–, es donde la gente se ha cuidado más, pero es tan grande la zona metropolitana capitalina, que pese a que el 68 por ciento de sus habitantes estén conscientes de la necesidad de mantener la sana distancia y las medidas sanitarias de prevención, de acuerdo con Fundación Mexicana para la Salud, no impide que el contagio se acelere. “¿Qué puedo hacer?”, respondió el gerente de una tienda de autoservicio cuando una clienta observó que sus empleados tenían el cubre bocas en el cuello y comían codo con codo. “¿Ya les dije pero vea, tenemos mucho trabajo”.

El Covid-19 va en aumento en 44 ciudades, en 19 se mantiene y sólo en una de cada cinco va en descenso, de acuerdo con el mapa de Eje Central. Los números son desalentadores. El sábado, México pasó a Bélgica como el país de mayor número de muertes por la pandemia, y se situó en el número 15 de contagios, cerca de rebasar a Canadá, según el rastreador de la Universidad Johns Hopkins. Parecen décadas cuando López Obrador tomaba como ejemplo a Alemania y Bélgica para afirmar que las cosas se habían hecho tan bien en México, que ahí estaban esos dos países para comparar números.

Por una razón no explicada, México es el único país que con contagios al alza decidió reiniciar gradualmente sus actividades. No hay prudencia en el Presidente ni consejo responsable del subsecretario. López Obrador viajó a Cancún, para dar el banderazo de salida a las primeras obras del Tren Maya. Le urgía reiniciar su campaña electoral permanente, con una acción absolutamente prescindible. López-Gatell avaló la acción incluso antes de que se pusiera a revisión para determinar si era recomendable o no. La politiquería sobre la salud. No es extraño entonces que la gente vea en su líder la guía para lanzarse a las calles.

La confusión generada por este par de funcionarios, arropados por el silencio abnegado del gabinete y el staff presidencial, se refleja en las calles y, esperamos todos, sólo se quede ahí, en una irresponsabilidad política, y no en un repunte de casos y muertes, ante la eventual aceleración de la enfermedad que produce la movilidad y la prisa social por cancelar las medidas preventivas. Pese al incremento en la movilidad, todavía hay una mayoría de personas que sienten que aún no es tiempo para descuidarse, ni tampoco el momento para besarse y abrazarse ha llegado. Sin embargo, el sol presidencial dice adelante, que él ya salió y deja entrever que marchen todos hacia la nueva normalidad. Dios nos agarre confesados.

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