LA SELVA LACONDONA SE QUEDA SIN OXIGENO
DIEGO,RABASA/ PERIODICO EL PAÍS DE ESPAÑA/
CHIAPAS, MÉXICO,26 AGOSTO 2019/
Es noche cerrada pero no silenciosa: la selva, como los tiburones, duerme en movimiento. Se calcula que en una sola hectárea de selva chiapaneca pueden existir 250 especies de árboles que albergan más de 3.200 individuos. En cada uno de estos árboles pueden llegar a coexistir decenas de orquídeas y de cientos a miles de insectos. Mucha de esta flora y fauna del sur de México opera bajo la más oscura clandestinidad.
Deforestación en la selva Lacandona en el municipio de Marqués de Comillas, Chiapas. SANTIAGO ARAU/EL PAÍS/
Previo al alba no solo las especies nocturnas se movilizan, también lo hacen los diversos equipos de biólogos y científicos que trabajan en la estación Chajul, ubicada en el cénit de la selva Lacandona. En lanchas que parten desde el pequeño embarcadero ubicado en las orillas de esa fascinante serpiente de agua dulce verdeazulada que es el río Lacantún, los equipos rastrean actividades de especies escurridizas o noctámbulas. Además de la observación de especies amenazadas, el monitoreo contempla también la de su principal amenaza: los cazadores, saqueadores, invasores y talamontes que han contribuido a que esta selva haya visto reducir su extensión un 70% desde la promulgación de los decretos de conservación al final de la década de los setenta.
Las expediciones que parten del pequeño embarcadero de la estación no son un asunto trivial. Los riesgos incluyen hallazgos como el reporte realizado en septiembre de 2018 por la Comisión de Áreas Naturales Protegidas a la bióloga Paulina Arroyo, encargada del monitoreo de mamíferos en la selva. Una cámara trampa captó una imagen perturbadora incluso en un país como México, que se ha convertido en un manantial de horrores: el cuerpo de un jaguar decapitado con las garras cercenadas. Lo acontecido en el monumento natural de Yaxchilán, una antigua ciudad maya en la frontera entre México y Guatemala, no es un caso aislado nos dice la bióloga: “En países como China, la cabeza y las garras del jaguar son vendidas como adornos exóticos y costosos. Esta actividad constituye un duro golpe a nuestros intentos por contener la depredación de la escasa población de jaguares que aún persiste en la selva”.
Es igualmente por la noche cuando ocurre la mayoría de las invasiones en el territorio protegido por la Reserva de la Biósfera Montes Azules. Se estima que existen al menos nueve asentamientos irregulares en su interior. Un asentamiento ilegal de siete familias (como son El Semental o El Correlón, conformados por decenas de familias choles y tzetzales, las otras dos etnias de la región lacandona) puede significar la destrucción de hasta 500 hectáreas. Entre 2000 y 2016, la pérdida de la cobertura arbórea en la reserva fue de 18.000 hectáreas, en el resto de la selva, en las áreas no protegidas, supera por mucho las 100.000. Esto significa más de 300 millones de árboles en 16 años o más de 18 millones al año. Los intereses son tan fuertes que las denuncias contra las invasiones ilegales pueden devenir en sucesos escalofriantes como el secuestro en 2014 de una de las máximas exponentes en materia de biodiversidad en el mundo, la mexicana Julia Carabias.
La estación Chajul consiste en un conjunto de cuatro edificios preconstruidos, una cocina, un comedor, una torre-observatorio, una estancia para descansar flanqueada por cuatro hamacas y un embarcadero. Desde ahí, decenas de biólogos y científicos realizan labores de observación, monitoreo y conservación del lugar de mayor biodiversidad en México y uno de los sitios selváticos más ricos en especies en todo el mundo.
Tras el despliegue de amenazas y dificultades por las que atraviesa la estación, le pregunto si se arrepiente de algo: “Sí, me arrepiento de haber concentrado nuestros esfuerzos solo del lado de la reserva y no también en los ejidos de Marqués de Comillas”. “Si con este polígono te las ves negras, imagínate si tuvieras una porción de territorio más grande que vigilar y proteger”, replico. “Sí, pero de aquel lado están las mariposas que más me interesan”.
En la recta final de la entrevista hablamos acerca de los pinolillos, mejor conocidos como garrapatas, que me acabo de espulgar del cráneo. Y de cómo la estación estuvo al borde del motín cuando De la Maza respondió sin titubear a la amenaza del “ella o nosotros” que el equipo de la estación le profirió en relación con la presencia de la temible Cochi o Tocineta: un pecarí de casi 60 kilos que solía aterrorizar a todos en la estación. “¿Alguna vez te sientes cansado de permanecer en esta especie de nado de salmón?”, le pregunto. “Sí, por supuesto. Y cada vez que me siento frustrado o abatido, salgo a la selva, me encuentro con una interacción que no había observado jamás que es el resultado de miles de años de vinculaciones y transformaciones y me recuerdo que durante los pocos años que dura la vida humana, no podemos permitirnos el lujo del cansancio, menos ahora que nunca”.