Internacional

El incierto futuro de los héroes de Guaidó, en Venezuela

CARACAS,VENEZUELA,23 marzo 2019/EL PAÍS DE ESPAÑA/

Fueron recibidos por tres presidentes extranjeros como héroes de la patria que habían logrado romper el cerco chavista el 23 de febrero al huir a Colombia. Ante ellos se cuadraron y, todavía con el traje verde olivo puesto, se sumaron a los más de 50 países que reconocen a Juan Guaidó como mandatario interino de Venezuela y juraron lealtad al Gobierno que encarna. Fue la imagen más poderosa de una tensa jornada que terminó con camiones con comida y suplementos médicos quemados.Un policía venezolano, tras pasar a Colombia el pasado 23 de febrero.

Poco se volvió a saber de ellos hasta que hace una semana aparecieron tras la reja de uno de los albergues donde están confinados para denunciar el olvido en el que se encontraban. No habían podido hablar con sus familiares, no tenían dinero y se sentían abandonados a su suerte.

El Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los refugiados (ACNUR) los trató como a los otros solicitantes de asilo de entre los más de 1,2 millones de venezolanos que han cruzado a Colombia y les dio alojamiento y después tres días para dejar el albergue con cien dólares, una colchoneta y un mapa con el que buscarse la vida.

El halo de heroicidad que acompañaba su valiente decisión pronto se convirtió en un desesperado mensaje.Resultado de imagen para los héroes de Guaido en Venezuela

Lograr la deserción del mayor número de militares de un ejército con más generales que la OTAN ha sido el objetivo principal de Guaidó desde el 23 de enero, cuando se juramentó como presidente encargado. En el alto mando reside el pilar fundamental sobre el que se sostiene el Gobierno de Nicolás Maduro. En cada mitin, en cada entrevista o en cada intervención, Guaidó insiste en pedir que abandonen a Maduro como forma de lograr el quiebre necesario para lograr la salida del mandatario. Las lacónicas declaraciones de los soldados, convenientemente aireadas por el chavismo, fueron un jarro de agua fría para su estrategia.

En el hotel Villa Antigua, en Villa del Rosario, están cerca de 300 que tramitan su estatus de refugiados. Un robusto dispositivo policial los resguarda. Allí, con estrictos horarios, un empleado del hotel anota las entradas y salidas. Nadie más puede traspasar la reja. Desde atrás de esa barrera, el sargento Luis González denunció el pasado sábado que se sentían abandonados, pues ACNUR les había dado un plazo de tres días para desalojar. “Nos iban a entregar una colchoneta, una sábana, 350 mil pesos (110 dólares) y un mapa”, alegó. Un día después, la Cancillería colombiana informó que seguirá proporcionando comida y alojamiento hasta que se concreten soluciones a mediano plazo.

Los representantes de Guaidó han trabajado contrarreloj para desactivar el malestar, y de momento han conseguido extender los plazos hasta finales de mes, aunque reconocen que el volumen los ha desbordado. “Estamos trabajando en un programa de formación y adiestramiento en actividades de naturaleza civil”, explica Humberto Calderón Verti, el embajador en Colombia designado por Guaidó. “Andamos buscando una solución permanente”. El presidente de Colombia, Iván Duque y el de Chile, Sebastián Piñera, anunciaron este fin de semana un acuerdo para hacerse cargo de los cientos de militares. “Colombia ha sido extremadamente generoso teniendo en cuenta el problema que es tener tantos militares en la frontera. Están tomando las cautelas necesarias en lo que a contrainteligencia se refiere para cuidar su seguridad nacional. Maduro podría estar pensando en enviar topos y espías sobre los que Colombia debe tomar medidas”, explica la analista venezolana Rocío San Miguel. Para la especialista en las Fuerzas Armadas, el vídeo fue una “señal de alerta importante” para el hombre que intenta gobernar Venezuela haciendo las cosas de otra manera.

Hijo y nieto de militares, la vocación marcial corre por las venas de Iván Martínez, de 42 años, hasta hace poco sargento primero de la Milicia Bolivariana de Venezuela, en la que ingresó en 2009 tras pertenecer a la infantería de Marina. Así lo atestiguaba el anillo de promoción de su abuelo, que tuvo que entregar como moneda de cambio para que lo liberaran después de ser víctima de un secuestro exprés recién llegado a Cúcuta, la principal ciudad fronteriza de Colombia, donde espera por un salvoconducto, el anhelado documento que necesita para asentarse. Su infortunio es un reflejo de la precariedad que ha tenido que enfrentar una buena parte de los más de 1.000 uniformados venezolanos –entre militares, policías y demás cuerpos de seguridad- que, según la Cancillería de Colombia, atendieron el llamado del presidente de la Asamblea Nacional.

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